Un lunes se marchó, quizá para nunca volver, pero dejó su corazón a su amor más fiel. No llamó, durante meses ni escribió. La mujer comprendió su soldado cayó. Y entre llantos suplicaba a su Señor: "No le lleves, por favor". Pero a sus plegarias nadie contestó. Y la vida se quitó. Lágrimas de dolor sobre un rostro sin voz. La batalla apagó su corazón. Esa estúpida guerra cruel que te arranca la piel, su veneno atacó, supo vencer. Nadie le recibió el triste día que volvió. A su esposa llamó, el silencio habló. "Cariño, ¿dónde estás? Ya no me iré nunca jamás". Sobre un viejo sillón la encontró sin color. Y entre llantos maldecía a su Señor: "¿Por qué ella y no yo?". Y besándola en las manos la nombró, antes de decir adiós. Lágrimas de dolor sobre un rostro sin voz. La batalla apagó su corazón. Esa estúpida guerra cruel que te arranca la piel, su veneno atacó, supo vencer.