Tibio está el pañuelo, todavía— que tu adiós me repetía desde el muelle de las sombras. Tibio, como en la tarde muere el sol, mi sol de nieve, sin esperanza y sin alondras. Tibio guardo el beso que dejaste en mis labios al marcharte porque aún no te olvidé. Tú, yo sé que el cielo, el cielo y tú, vendrán a mí para salvar mis manos, presas a esta cruz. Si esta mentira audaz busca mi pena, no la descubras tú que me condena. Guárdala en ti, que es mi querer— desengañarme así será más cruel. No… no me repitas ese adiós… que esto lo sepa sólo Dios, el cielo y tú…