Ya te estoy recordando, Rosana, aunque no te hayas ido. El lucero que brilla mañana es lo que te he querido. Ya te estoy recordando, elegida, como un reo en la sombra resucita el color de la vida, lo acaricia y lo nombra.
Ni un centavo te cuesta este beso, pues mi alma lo paga. Sólo espero lo mismo por eso, hasta el fin de la saga. Cuando escriba la vida los buenos, al final vencedores, se sabrá que no usamos veneno con aroma de flores.
Brotará de la sangre ternura, inocencia y espejos donde irán a correr travesuras nuevos niños y viejos. Servirá de señal cada huella de las horas felices. Se sabrá tanto de las estrellas como de cicatrices.
Y el camino que emprendas, Rosana, será mejor a veces, porque en otros momentos, cubana, tu llorarás con creces. Ya te vas. Yo no me quedo y no atino a saber qué ha pasado. Sólo sé que, por causa o destino, ya no estás a mi lado.