Carta de la Sombra María a los Árboles y las Chimeneas de su barrio
La sombre de María (Dicho) Buenos Aires, Abril de Toda Mi Tristeza. Queridos Árboles, amadas Chimeneas que dan la sombra y dan la nube de mi barrio: Mi dolor ha inventado el dolor de otra cruz en la misma raíz; Todo pasó como sabrán... Que estoy de luto por mi propio recuerdo. En tanto les escribo -con la ternura al hombro y llena de esa sola mala palabra que no sé como se dicesale, otra vez, el Sol para apedrearme el miedo con unas migas de su dulce desayuno, como aquel que tira tres pelotas por veinte contra la cara ensangrentada de la infamia. Ya la gente fue a vivir; cabe el cielo en un jornal!; loco de azul, a Dios le sobra luz para amasar los pájaros y el pan. Si El, otra vez me cierra el ventanal, hartos de mí, los ojos me darán tres vueltas y se irán bizqueando hasta un guiñol de pólvora y de alcohol. Ya dirán, en el barrio, después: su recuerdo está grave, otra vez...! Queridos Árboles y amadas Chimeneas: igual que el humo y que la hoja ya perdidos, oirán mi nombre con la sombra en la muerte viva la vez primera y la vez última que un viento -asma del Sur, gusto de Amén, macho en exilioentre a zapar su Tango Aún por Buenos Aires! Nada más. No hay adiós: que el adiós nos dolía al principio y no al fín. Ya en un balcón oloroso a mi voz, ponganle dos lutitos de hollín. La Sombra de María.