Las arañas tocan sus harpas al amanecer Mientras los espectros vuelan a sus estancias Los sentidos corroídos de los ecos antiguos Adormecen a las palomas empolvadas Entre los hierros húmedos se escurren Los vapores, el caldo de los óxidos Un temblor, un rumor añejo Unas cadenas frías y oscuras que rechinan Unos pasos pesados en los vagones Unas almas que como luciérnagas Vagan al atardecer de coche en coche, murmurando. El olor a carbón y humo Va inundando la casa de máquinas Como una sabana blanca Y los fantasmas olvidados se van sentando Como cada noche en sus asientos Al llamado del tren. Los fantasmas olvidados lloran de noche Y al amanecer sus lágrimas se escurren En el caldo de los óxidos Y cada tanto el humo del carbón de piedra Vuelve a entibiar los bronces Y los aceros en su ronco despertar.