Tengo un vale de fin de semana, para irnos de escapada en plan pareja descarada. Fue un regalo de mi treinta cumpleaños, poco antes de hacernos tantísimo daño. De momento nos lo guardaremos, no vaya a ser que nos lastimemos. Nunca dispondremos de unidad existencial, hace algunos días decidimos renunciar. Me he visto forzado a retirarme de la escena tétrica de los amantes. Y si hoy cruzo la Plaza de la Virreina, intentaré encontrarme la mirada rara de aquella bailarina tan menuda y blanca como si jamás la hubiese visto antes. Este vale de fin de semana, podríamos utilizarlo como despedida. Un reencuentro amistoso, una redención, aunque estaría más buena una rendición. Y si hoy cruzo la Plaza de la Virreina, intentaré encontrarme la mirada rara de aquella bailarina tan menuda y blanca como si jamás la hubiese visto antes.