La Cumparsa de miserias sin fin desfila, en torno de aquel ser enfermo, que pronto ha de morir de pena. Por eso es que en su lecho solloza acongojado, recordando el pasado que lo hace padecer.
Abandonó a su viejita. Que quedó desamparada. Y loco de pasión, ciego de amor, corrió tras de su amada, que era linda, era hechicera, de lujuria era una flor, que burló su querer hasta que se cansó y por otro lo dejó.
Largo tiempo después, cayó al hogar materno. Para poder curar su enfermo y herido corazón. Y supo que su viejita santa, la que él había dejado, el invierno pasado de frío se murió
Hoy ya solo abandonado, a lo triste de su suerte, ansioso espera la muerte, que bien pronto ha de llegar. Y entre la triste frialdad que lenta invade el corazón sintió la cruda sensación de su maldad.
Entre sombras se le oye respirar sufriente, al que antes de morir sonríe, porque una dulce paz le llega. Sintió que desde el cielo la madrecita buena mitigando sus penas sus culpas perdonó.