Por las calles donde ayer mi juventud calmaba la inquietud de su querer, surge la llama azul que pude ver por mis viejos caminos. Y temblando de emoción vuelvo, otra vez, al viejo caserón donde escuché esa milonga mía que arrullaba mi niñez.
Milonga que volcó con fuego, un payador, y el viento en su correr sus notas recogió... Ternuras de mujer supieron conquistar los acordes que fueron del alma, el palpitar.
Suave milonga mía, milonga querida que me traes recuerdos de mis lejanos días. Como un rosal florecen tus sones de otrora. Y a tu vibrar pasan las horas como puñados de auroras envolviendo nuestro ser.