Ya se va para los cielos ese querido angelito a rogar por sus abuelos, por sus padres y hermanitos. Cuando se muere la carne, el alma busca su sitio adentro de una amapola o dentro de un pajarito.
La tierra lo está esperando con su corazón abierto, por eso es que el angelito parece que está despierto. Cuando se muere la carne, el alma busca su centro en el brillo de una rosa o de un pececito nuevo.
En una cuna de tierra lo arrullará una campana, mientras la lluvia le limpia su carita en la mañana. Cuando se muere la carne, el alma busca su diana en los misterios del mundo que le ha abierto su ventana.
Las mariposas alegres, de ver el bello angelito alrededor de su cuna, le caminan despacito. Cuando se muere la carne, el alma va derechito a saludar a la Luna y de paso al lucerito.
¿Adónde se fue su gracia? ¿Dónde fue su dulzura? ¿Por qué se cae su cuerpo como la fruta madura? Cuando se muere la carne, el alma busca en la altura la explicación de su vida cortada con tal premura, la explicación de su muerte prisionera en una tumba. Cuando se muere la carne, el alma se queda oscura.