Cuando fui para la pampa llevaba mi corazón contento como un chirigüe, pero allá se me murió, primero perdí las plumas y luego perdí la voz, y arriba quemando el sol.
Cuando vide los mineros dentro de su habitación me dije: mejor habita en su concha el caracol, o a la sombra de las leyes el refinado ladrón, y arriba quemando el sol.
Las hileras de casuchas, frente a frente, si, señor, las hileras de mujeres frente al único pilón, cada una con su balde y su cara de aflicción, y arriba quemando el sol.
Me volví para Santiago sin comprender el color con que pintan la noticia cuando el pobre dice no, abajo, la noche oscura, oro, salitre y carbón, y arriba quemando el sol