¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo inmortal! En surcos de dolores el bien germina ya.
Cesó la horrible noche, la libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz. La humanidad entera, que entre cadenas gime, comprende las palabras del que murió en la cruz.
«¡Independencia!» grita el mundo americano; se baña en sangre de héroes la tierra de Colón. Pero este gran principio, «El rey no es soberano» resuena, y los que sufren bendicen su pasión.
Del Orinoco el cauce se colma de despojos, de sangre y llanto un río se mira allí correr. En Bárbula no saben las almas ni los ojos, si admiración o espanto sentir o padecer.
A orillas del Caribe, hambriento un pueblo lucha, horrores prefiriendo a pérfida salud. ¡Oh, sí!, de Cartagena la abnegación es mucha, y escombros de la muerte desprecian su virtud.
De Boyacá en los campos, el genio de la gloria, con cada espiga un héroe invicto coronó. Soldados sin coraza ganaron la victoria; su varonil aliento de escudo les sirvió.
Bolívar cruza el Ande que riegan dos océanos, espadas cual centellas fulguran en Junín. Centauros indomables descienden a los llanos, y empieza a presentirse, de la epopeya el fin.
La tropa victoriosa en Ayacucho truena, que en cada triunfo crece su formidable son. En su expansivo empuje la libertad se estrena, del cielo americano formando un pabellón.
La virgen sus cabellos arranca en agonía y de su amor viuda los cuelga del ciprés. Lamenta su esperanza que cubre loza fría, pero glorioso orgullo circunda su alba tez.
La patria así se forma, termópilas brotando; constelación de cíclopes su noche iluminó. La flor estremecida mortal el viento hallando, debajo los laureles seguridad buscó.
Mas no es completa gloria vencer en la batalla, que el brazo que combate lo anima la verdad. La independencia sola el gran clamor no acalla; si el sol alumbra a todos, justicia es libertad.
Del hombre los derechos Nariño predicando, el alma de la lucha profético enseñó. Ricaurte en San Mateo, en átomos volando, "Deber antes que vida, " con llamas escribió.