Cruzó el pasado en el camino y lo miraba y no podía llorar. Entre el crepúsculo y el alba no hizo otra cosa que dejarse llevar.
Y refulgiendo cual luciérnagas, caminando sin prisa sobre el tiempo, huyen de un mundo material, son espíritus barridos por el viento.
Y ahora van hacia su abstracción, dales sólo paz y una sonrisa, cielo abierto y aire para respirar.
Caen las estrellas de su manto, verdean los campos a un resquicio de luz, la pradera ahora es su casa donde la espiga brota entre la flor.
Si les miente la vida se hacen parapetos con poemas.
Un día color de melocotón, cuando todos seamos libres, cuando las piedras se puedan comer y ya nadie sea más que nadie, canta por mí si no estoy yo aquí.
Viene el día en que seremos puros como un cielo de verano sobre el mar. Cantaré por tí si no estás tú aquí.