Un estudiante venía de estudiar en Salamanca se encontró con una niña como la nieve de blanca. - Niña si usted me quisiera, por el término de un año la calzara y la vistiera y la regalara el paño. - Caballero, si usted quiere de mi hermosura gozar todo cuanto yo le pida, me lo tiene usted que dar. Me ha de poner una casa, hecha de tres mil maneras con ventanas y balcones que den a la plaza nueva. Y en medio de aquella plaza, ha de poner un jardín con las flores pequeñitas, que así me gustan a mí; y en medio de aquel jardín ha de poner un pilar con los peces de colores para verlos yo nadar. Encima de aquel pilar ha de poner una parra para cuando salga a misa, no me dé el sol en la cara. Debajo de aquella parra ha de poner un tablado para cuando salga a misa, no se me ensucie el calzado. A la puerta de la iglesia, ha de poner dos leones para cuando vaya a misa, que me respeten los hombres. La cama donde yo duerma, ha de ser de carmesí y las sábanas de Holanda, para darme gusto a mí. La mesa donde yo coma, ha de ser toda de oro y los cubiertos de plata para darme gusto en todo. - Quédese con Dios y adiós, que mañana volveré; no es mucho lo que usted pide, si encuentra quién se lo dé.