Gracias por estar aquí, somos más, más de cien. Es la habitación de un sueño lleno de Suicide Girls. Pianos rojos y una luz de astro rey, de antro gay. Unas geishas gritan a McCartney: “¡Cántanos Say Say Say!”
(Atención, lo han oído bien: Paul McCartney acaba de invocar a la bestia. Y a Satán, que había puesto la oreja, le ha faltado tiempo para unirse a la fiesta.)
Hey, hey, huelo a vicio. Soy la antena humana del descontrol. Hey, hey, huelo a vicio. Hoy el fin del mundo es tu habitación.
Me sabe tan bien… el mal.
Ou là là, magnífico. Si vamos mal, vamos bien. Lamborghinis, langostinos y mucho enredo de piel.
(John Galliano confesó su emoción de novel al descubrir a dos enanitos azafatos colgados de una lámpara y dándose por el saco.)
Hey, hey, huelo a vicio. Soy la antena humana del descontrol. Hey, hey, huelo a vicio. Una orgía infame en tu habitación. Hey, hey, huelo a vicio. Soy la antena humana del descontrol. Hey, hey, el sueño acabó. Fue una gran redada en mi habitación.